11/7/11

El Amante...

Posiblemente cansado, así debía sentirse, posiblemente drogado de tanta ira, de tanto rencor que lo sofocó en un instante….

Andaba extraña, un tanto distraída, como perdida en otro mundo… este último tiempo ¡casi no lo miraba!

Pasó en un segundo a la melancolía, al dolor de no entender ¡por qué había hecho aquello que hizo! …

Esa misma tarde la siguió hasta su trabajo esperando encontrar algo que la delatara, alguna señal de que ella no era todo lo fiel que él había sido. La observó mientras comía y sólo la vio salir a comprar cigarros, él detestaba que ella fumara “¿Por qué no me hace caso, es que no entiende que le hace mal?”

… Pero muy pronto una ola de tranquilidad lo inundó de pies a cabeza, su respiración se calmó, su expresión se volvió serena y sus latidos recobraron su habitual compás. Supo entonces que había hecho lo correcto…

La esperaba cada tarde en la puerta del departamento, la saludaba cordialmente con un beso, siempre en la mejilla: ¡no lo toleraba! Pero jamás pretendió decirle nada pues sabía que podría molestarse y hasta terminar su relación ¡La amaba demasiado como para vivir sin ella!... Todas las tardes le preparaba la cena, pero ella siempre tenía algo más que hacer; trabajo, sueño o incluso alguna junta con amigas…. El trataba de no hacerle problema por nada, él quería ser un buen hombre para ella.

Se sentó en el sofá, tomó un habano y lo encendió con la lentitud que caracteriza el final de un largo día, cuando has terminado tu trabajo y ya estás libre para disfrutar de la vida…

A veces ella traía amigos que les presentaba, eran sólo amigos, al menos eso le decía. Pero él, como siempre, no quería darle problemas, no quería aburrirla con sus caprichos.

…Se tomó todo el tiempo del mundo, sacó del bar una, dos… tres copas de cristal, las puso frente a él y sirvió con parsimonia un poco de aquel Cabernet que ella tanto disfrutaba…

Esa noche en particular, había llegado con un hombre distinto, con un amigo que él no conocía; se lo presentó como Carlos. Y, como cada día, él ya estaba con la puerta abierta, esperándola con una sonrisa entre los labios, dispuesto a saludar con cordialidad a cuanto fulano se le ocurriera traer a su casa…

…levantó en su mano una de las copas, sin dejar de sostener su habano, y la subió en señal de brindar con ellos…pero nadie respondió.

Entraron como si nada, el nuevo amigo no le pidió permiso a él, no le concedió más que un simple “hola”… “¿qué se habrá creído, acaso no sabe quién soy yo?”

Dejó su copa nuevamente sobre la mesa y empujó las otras dos hacia sus acompañantes, volvió a tomar la suya y la levantó diciendo “por ustedes… por nuestro invitado”. Pero ellos seguían sin responder ¡ellos no le estaban prestando atención alguna!

Molesto, indignado por la falta de respeto de aquel tipo, dio un portazo y trató de no pensar que había otro hombre ahí, con ella, ¡con su mujer!...

Supuso que quizás estorbaba… miró a esos grandes ojos negros, esos abiertos por el impacto y la sorpresa, esos con los que había decidido pasar el resto de su vida… esos que le devolvían una miraban profundamente melancólica…

Pensó durante un instante y decidió que no era correcto, que debía hacer notar su presencia, que tenía que mostrar su lugar….

… se estremeció de amor, de locura y una ternura casi paternal…miró su cuerpo, todo lleno de rojo vino y acarició sus cabellos con aquellas grandes manos cubiertas de un vino distinto, del vino que brota de las profundidades del alma, del mar divino del único ser amado… vino que nutre la vida misma….… y la muerte también

Tocó firmemente la puerta, así es, se había quedado a fuera del departamento…. Esperó a que alguien le abriera, pero sólo lograba oír la música de fondo ¡era su canción favorita! “Sur le fil” de Ameli, y las risas coquetas de ambos amigos…

… vino que brotó del cuerpo de aquella “mala mujer”

Siguió golpeando la puerta pero ahora con más furia cada vez ¡ábreme! ¡No se te ocurra tocarla!”…. Toda su cordura se había esfumado en cosa de segundos, toda esa parsimonia y comprensión de años hoy se quebraba en trozos de rencor, de esa ira desenfrenada que te invade el alma, la medula ¡y hasta los huesos! ira y celos del mundo, de la vida y de lo que queda por vivir…

Estiró la copa, se la ofreció en un cordial “salud…. por nosotros” sí, eso fue lo que dijo “POR NOSOTROS”. Bebió todo el contenido sin detenerse, sin siquiera respirar… se puso de pie, miro a aquella mujer etérea, blanquecina… y con un beso en la frente le dijo “buenas noches, que descanses mi amor”…

Pronto llegó Carlos, aquel infortunado joven sólo alcanzo a girar la manilla y asomar un poco el rostro cuando la puerta lo empujó al suelo de espaldas para recibir un cuchillo en la sien.....

Se fue a dormir sin tener clara conciencia de lo ocurrido, sin entender qué hacía a esas horas despierto, ni qué era ese olor que emanaba de entre sus manos… Se preguntó por qué no estaría la foto de su velador, aquella en que aparece su mujer amada…

La joven mujer apenas logró ponerse de pie, se encontraba arrodillada frente al reproductor de música decidiendo si mantenía o dejaba aquel buen disco que escuchaba cada tarde, cuando el hombre la tomó por los hombros, la levantó con fuerza y le pidió que no lo olvidara

…él no recordaba haber quitado la foto de su lugar… pero mucho menos tenía la idea de haber cometido un crimen ¡había asesinado a la única mujer que había amado en su vida!

Un cuchillo entero la atravesó justo en el corazón, justo desde su delicada espalda hacia aquel largo collar nacarado que no se quitaba jamás…

… Nunca entendería por qué lo culparon de algo que no hizo, él sólo defendió sus derechos ¡su propiedad!

Uno por uno los sentó ahí, justo frente a él, uno al lado del otro, como si fueran dos íntimos amigos… Les ofreció una copa de vino y, sin esperar respuesta, les sirvió a ambos…

… Y menos aun llegaría a entender que aquella pareja que hirió de muerte ¡no eran amantes!

Como buen anfitrión brindó por Carlos, bebió su copa y, satisfecho por su buen tino, decidió que ya era hora de ir a dormir…

Aunque, por sobre todas las cosas, le costaría entender por qué aquel marco de foto había desaparecido; él jamás lo hubiera movido de su lugar sagrado.

… besó a su mujer en la frente y se dirigió a la habitación

Aquel hombre, al menos mientras viviera, jamás aceptaría que esa, precisamente esa, NO era su casa, esa NO era su cama y, sobre todo, esa ¡NO era su mujer!... Cómo hacerlo entender que ella era sólo un amor platónico con el que soñaba hace años; desde el día que la había visto llegar al edificio, que sólo era la vecina de enfrente y que NUNCA llegaron a cruzar más que un par de palabras de cortesía…

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